domingo, 11 de noviembre de 2012

Deus ex machina...




Cuando el aviador novato toma los mandos de su aeroplano, emprende un vuelo hacia una ruta literaria de ensueño, pero sin un lugar donde aterrizar. En estos viajes sin itinerario, debemos evitar que el embrujo del deus ex machina despierte del sonambulismo al lector.

El relato clásico funciona con un fuselaje formado por el principio (planteamiento), el conflicto (nudo) y el final (desenlace). Bajo esta estructura, el piloto novel se enfrenta al duro trance de convertir una anécdota en un cuento.

Encara la historia, el personaje, la acción, la trama, aunque, en pleno vuelo, se duerme, el avión entra en barrena, pierde los mandos y salta en paracaídas con un final inesperado como:

- "Y entonces se dio cuenta de que todo fue un sueño".

Esta conclusión de abracadabra es lo que se denomina deus ex machina. Se trata de una intervención providencial que llega desde fuera sin anuncio previo; es decir, sin un goteo anterior de la información (cadenas metonímicas) que sostenga un final verosímil.

El nombre de deus ex machina (dios que aparece gracias a una máquina) proviene de la época griega. En el teatro heleno existían unas plataformas móviles que subían y bajaban accionadas por poleas (machina). En ellas se situaban los dioses (deus), que aparecían desde fuera de la acción teatral (fuera = ex).

Estas apariciones deus ex machina se trasladaron a la literatura para nombrar los finales sorpresa, en los cuales un personaje (o un hecho) divino solucionaba la trama.

El lector despierta de su sonambulismo defraudado y traumatizado por el desenlace prodigioso. Los grandes aviadores aconsejan curarse en salud de este proceder poco literario.

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