jueves, 10 de mayo de 2018

Commonplace Book: La montaña mágica.- Thomas Mann.- 02.



El tiempo no posee ninguna «realidad». Cuando nos parece largo es largo, y cuando nos parece corto es corto; pero nadie sabe lo largo o lo corto que es en realidad.
No solía filosofar y, sin embargo, en aquel momento sentía la necesidad de hacerlo. Joachim replicó:
—¿Cómo que no? ¿Acaso no podemos medirlo? Tenemos relojes y calendarios, y, cuando pasa un mes, pasa para mí, para ti y para todos nosotros.
—Atiende un instante —dijo Hans Castorp, e incluso se llevó el dedo índice a la altura de sus enrojecidos ojos—. ¿Entonces, un minuto dura lo que tú crees que dura cuando te tomas la temperatura?
—Un minuto siempre dura lo mismo… Dura el tiempo que emplea la aguja del segundero en describir su círculo completo.
—Pero en eso no tarda siempre lo mismo… según nuestra apreciación. En realidad, insisto: en realidad —repitió Hans Castorp, apretándose la nariz con el dedo con tanta fuerza que se le doblaba la punta—, en realidad se trata de un movimiento, un movimiento en el espacio, ¿no es cierto? ¡Espera! Medimos el tiempo por medio del espacio. Pero eso es como si quisiésemos medir el espacio en función del tiempo, lo cual no se le ocurre más que a gente desprovista de rigor científico. De Hamburgo a Davos hay veinte horas de ferrocarril…
Sí, claro, en tren. Pero a pie, ¿cuánto hay? ¿Y en la mente? ¡Ni siquiera un segundo!
—Pero, hombre… —replicó Joachim—. ¿Qué te pasa? Creo que te está afectando estar aquí, entre nosotros.
—Calla. Hoy estoy muy lúcido. ¿Qué es el tiempo? —preguntó Hans Castorp, y se dobló la punta de la nariz con el dedo tan fuerte que se le quedó blanca, sin sangre—. ¿Me lo quieres decir? El espacio lo percibimos con nuestros sentidos, por medio de la vista y el tacto. ¡Bien! ¿Pero a través de qué órgano percibimos el tiempo? ¿Me lo puedes decir? ¿Lo ves? ¡Ahí te he pillado! Entonces, ¿cómo vamos a medir una cosa de la que, en el fondo, no podemos definir nada, ni una sola de sus propiedades? Decimos: el tiempo pasa. ¡Bueno, pues que pase! Pero en lo que se refiere a medirlo… ¡Espera! Para poder medirlo sería preciso que transcurriese de una manera uniforme, ¿dónde está escrito que lo haga? A nosotros no nos da esa sensación, desde luego, tan sólo aceptamos que lo hace para garantizar un orden, y nuestras medidas no son más que puras convenciones, si me permites…

pp.- 89-91

La montaña mágica.
Thomas Mann.

Traducción del alemán por Isabel García Adánez para Edhasa.

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