Enigmática región donde los confines de la tierra se unen con el cielo y el mar... Donde coexisten sueños y realidades, luces y sombras, recuerdos y fantasías...
lunes, 9 de diciembre de 2013
Undécimo aniversario de la muerte del perro Canelo.
Hoy se cumple el undécimo aniversario de la muerte del fiel perro Canelo, en Cádiz, atropellado por un automóvil...
Este año mi conmemoración consiste en la publicación de un poema que, en su día, le dedicó Juan Pablo
A CANELO
Juan Pablo
Ayer te vi en tu rincón, Canelo
¿No sabes que tu amo está en el Cielo?
Cada mañana cuando te levantas
alzas tu triste mirada a Residencia
y como tantos otros días aguantas...
¡Qué bonito es tu amor! ¡Cuánta paciencia!
Seguramente yo podría contarte
que alguna vez a la persona amada
le dije "me cansé ya de esperarte"
¡Eso sé que tú no lo harías por nada!
Ayer te vi en tu rincón, Canelo
¿No sabes que tu amo está en el Cielo?
Te encuentro siempre triste y abatido
pero atento a donde tu mirada alcanza
porque aún no has perdido la esperanza
ni aceptas que tu amo se haya ido
Tú confías en "tu dios" de tal manera
que solamente por él sigues viviendo
esperando que algún día reapareciera
y le digas que su amigo sigues siendo
Ayer te vi en tu rincón, Canelo
¿No sabes que tu amo está en el Cielo?
Si paso por su lado ni se inmuta;
si lo llamas, y acaricias nos demuestra
encontrando su mirada con la nuestra
que ha de permanecer inmóvil y sin ruta
Si los ojos son el espejo del alma
y el lugar para las almas es el Cielo
no dudo un solo momento que Canelo
se ha ganado de sobra, por su calma,
por su fidelidad y por su amor tan grande,
que el devenir, tras su muerte le mande
al Cielo de "su dios" para lamerle el alma.
Mi más sentido recuerdo y homenaje para todos aquellos animales que diariamente quedan lisiados o encuentran la muerte bajo las ruedas de nuestra veloz indiferencia... También a su memoria...
viernes, 6 de diciembre de 2013
Opiniones de Ramón Andrés.
Ramón Andrés (Pamplona, 27 de marzo de 1955) es escritor, ensayista, y estudioso de la música.
“El silencio es una cuestión interior, un estado mental”. “El problema es que el silencio no es productivo, y cuestiona. Por eso no se fomenta. La sociedad laica no ha conseguido espacios de silencio, hacemos demasiado ruido. El silencio ha quedado relegado a lo religioso, a lo sacro. No debería ser así. Y eso es otra derrota de la sociedad civil”.
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“Basta de engaños. El mundo en el que vivimos me parece fruto de una enorme confusión, de un gran malentendido por parte de todos. Antes pensaba que estábamos en manos de locos, ahora estoy convencido de que nos gobierna gente muy vulgar. España no tiene solución. Es un país de brutalidad. Seguimos formando parte de una terrible pintura negra. Pensar lo contrario sería pueril. Tome por ejemplo el sistema educativo; está pensado para generar autómatas. Crecen sin rebeldía, pero con violencia. Nietzsche hablaba de la cría de hombres. Así ha acabado siendo, una enorme factoría de hacer hombres iguales”.
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“Lo que hoy se entiende por tal [el progreso], no es sino barbarie”. “El progreso es perfeccionar el pensamiento y el sentimiento ético. Producir cosas inútiles en el menor tiempo no es progresar. Se ha perdido la capacidad de pensar el pasado, y lo peor, de pensar el presente. Eso es gravísimo, porque estamos siempre en función del futuro. El presente es un desecho, una dimensión de segundo orden. Todo está en función del futuro, y el futuro es la muerte”.
Obras de Ramón Andrés en Editorial Acantilado.
viernes, 1 de noviembre de 2013
Lou Reed. Obituario...
La artista Laurie Anderson, viuda de Lou Reed, ha publicado este jueves 31 de octubre un obituario en un semanario estadounidense local, East Hampton Star:
A nuestros vecinos:
¡Qué otoño tan maravilloso! Todo reluciente y dorado y toda esa increíble luz suave. El agua nos rodea.
Durante los últimos años Lou y yo pasamos tiempo aquí, y aunque somos gente de ciudad este es nuestro hogar espiritual.
La semana pasada le prometí a Lou que lo sacaría del hospital y volveríamos a casa a Springs. ¡Y lo conseguimos!
Lou era un maestro de tai chi y pasó sus últimos días aquí feliz y deslumbrado por la belleza y el poder y dulzura de la naturaleza. Murió el domingo por la mañana mirando a los árboles y haciendo la famosa posición 21 del tai chi con tan solo sus manos de músico moviéndose en el aire.
Lou era un príncipe y un guerrero y sé que sus canciones sobre el dolor y la belleza en el mundo llenarán a muchas personas con la extraordinaria alegría de vivir que él tenía. Larga vida a la belleza que desciende y perdura y que se adentra en todos nosotros.
Laurie Anderson
Su amante esposa y eterna amiga
Descanse en paz y amor...
miércoles, 30 de octubre de 2013
lunes, 7 de octubre de 2013
Atardecer ....
Atardecer II - Segura Carmona |
En los atardeceres, me gusta subir al estudio y desde su amplio ventanal maravillarme con los colores que va adoptando el cielo del oeste durante el crepúsculo.
Colores que son imposibles describir, glosar, difíciles de plasmar en un lienzo, en una fotografía; los miles de matices púrpuras, violetas y añiles van cambiando de segundo en segundo y cubriendo las zonas adyacentes de la atmósfera con un manto de terciopelo que va exhibiendo tonos de azul oscuro, relajantes, acogedores, espléndidos, infinitos.
El tiempo pasa imperceptible, cae la noche y los azules dan paso al negro, acolchado, estrellado.... Desde mi atalaya observo como las luces de las calles, de las casas, de los jardines se van haciendo protagonistas del escenario y van creando un ambiente de reflejos y claroscuros..... El aire se llena con los olores de la noche; aromas densos, evanescentes, traídos por flores nocturnas, evocadores de infancias, de amores y nostalgias, de lejanos lugares en los que jamás estuvimos.
Los sonidos se van apagando.... Y en el oeste aún se adivina una mínima y esperanzadora luminiscencia....
LuisFRey.
jueves, 3 de octubre de 2013
La alta literatura es gimnasia para el cerebro,,,
Javier Sampedro - 3.Octubre.2013
El trabajo que Science publica este jueves hace diana en el epicentro de la más profunda cuestión en la estética literaria. ¿Por qué El código Da Vinci de Dan Brown puntúa menos que El americano impasible de Graham Greene en ese concurso para ascender al parnaso? ¿En qué sentido es Arturo Pérez Reverte menos literario que Javier Marías? ¿Por qué discutieron Carlos Ruiz Zafón y Antonio Muñoz Molina? Pues bien, he aquí una respuesta: mirad al cerebro. Leer ficción literaria recluta las áreas cerebrales implicadas en la emoción social: las que distinguen una sonrisa sincera de una falsa, detectan si alguien se siente incómodo o evalúan las necesidades emocionales de familiares y amigos. La ficción popular (como las novelas de espías o de amor y lujo) no lo hace, y la estantería de no ficción tampoco lo consigue.
Las lecturas literarias también son únicas en que estimulan la teoría de la mente, la facultad de ponerse en la piel del otro. La razón, según publican en Science los científicos de la Nueva Escuela de Investigación Social en Nueva York, es que la alta literatura nos obliga a expandir nuestro conocimiento de las vidas de otros, y a percibir el mundo desde varios puntos de vista simultáneos.
Los resultados de los científicos de Nueva York ofrecen, seguramente por primera vez en la historia de la crítica literaria, un criterio objetivo para cuantificar “el valor de las artes y la literatura”, como dice su institución. La Nueva Escuela de Investigación Social se fundó en 1919 con el espíritu de promover la libertad académica, la tolerancia y la experimentación. Publicar una investigación en Science es seguramente una culminación de ese programa. Su trabajo muestra que “leer ficción literaria estimula un conjunto de capacidades y procesos de pensamiento fundamentales para las relaciones sociales complejas, y para las sociedades funcionales”.
El psicólogo Emanuele Castano y su estudiante de doctorado David Comer Kidd han consultado a críticos e historiadores de la literatura para dividir el espectro continuo y diverso de la expresión literaria en solo tres categorías: ficción literaria, ficción popular y no-ficción.
Los voluntarios —siempre los hay en las investigaciones de psicología experimental, y suelen ser estudiantes de psicología sedientos de créditos— leyeron textos de esos tres géneros y se sometieron a todo tipo de mediciones perpetradas por Kidd y Castano. Los psicólogos estaban interesados sobre todo en su teoría de la mente, la habilidad de adivinar los pensamientos de otros, sus intenciones y emociones más ocultas. Este ejercicio de adivinación es algo que todos practicamos continuamente, de un modo más o menos consciente, pero unas personas lo hacen mejor que otras.
Una de estas pruebas es leer la mente en los ojos. Los participantes miran a fotografías de actores en blanco y negro y tienen que adivinar la emoción que están expresando. ¿Fácil? Pues seguro que hay alguien que lo hace mejor que usted. Otra prueba se llama el test de Yoni, y trata de medir a la vez las habilidades de percepción cognitiva y emocional de los voluntarios. “Hemos usado diversas medidas de la teoría de la mente”, dicen Kidd y Castano, “para asegurarnos de que los efectos que vemos no son específicos de un tipo de medida, y acumular evidencias convergentes para nuestra hipótesis”.
En los cinco tipos de experimento, los psicólogos de Nueva York han comprobado que los voluntarios que fueron asignados (al azar) a leer los textos más literarios puntuaron más alto en las medidas de la teoría de la mente que los que leyeron ficción popular o ensayo. Estos dos últimos géneros, por cierto, puntuaron igual de mal en esas pruebas.
“A diferencia de la ficción popular”, concluyen los autores, “la ficción literaria requiere una implicación intelectual y un pensamiento creativo de sus lectores”. Así que ya lo saben: lean bien, queridos lectores.
Artículo recortado de El País.
martes, 30 de julio de 2013
Diversidad del yo.
- Harry no está compuesto de dos seres, sino de ciento, de millares. Su vida oscila (como la vida de todos los hombres) no ya entre dos polos, por ejemplo el instinto y el alma, o el santo y el libertino, sino que oscila entre millares, entre incontables pares de polos. -
El lobo estepario.
Hermann Hesse.
miércoles, 13 de marzo de 2013
Creo que podría volverme a vivir con los animales.
Walt Whitman
Creo que podría volverme a vivir con los animales.
¡Son tan plácidos y tan sufridos!
Me quedo mirándolos días y días sin cansarme.
No preguntan,
ni se quejan de su condición;
no andan despiertos por la noche,
ni lloran por sus pecados.
Y no me molestan discutiendo sus deberes para con Dios...
No hay ninguno descontento,
ni ganado por la locura de poseer las cosas.
Ninguno se arrodilla ante los otros,
ni ante los muertos de su clase que vivieron miles de siglos
antes que él.
En toda la tierra no hay uno solo que sea desdichado o venerable.
Me muestran el parentesco que tiene conmigo,
parentesco que acepto.
Me traen pruebas de mí mismo,
pruebas que poseen y me revelan.
¿En dónde las hallaron?
¿Pasé por su camino hace ya tiempo y las dejé caer sin darme cuenta?
Camino hacia delante, hoy como ayer y siempre,
siempre más rico y más veloz,
infinito, lleno de todos y lo mismo que todos,
sin preocuparme demasiado por los portadores de mis recuerdos,
eligiendo aquí sólo a aquel que más amo y marchando con él en un abrazo
fraterno.
Este es un caballo ¡Miradlo!
Soberbio,
tierno,
sensible a mis caricias,
de frente altiva y abierta,
de ancas satinadas,
de cola prolija que flagela el polvo,
de ojos vivaces y brillantes,
de orejas finas,
de movimientos flexibles...
Cuando lo aprisionan mis talones, su nariz se dilata,
y sus músculos perfectos tiemblan alegres cuando corremos en la pista...
pero yo sólo puedo estar contigo un instante.
Te abandono, maravilloso corcel.
¿Para qué quiero tu paso ligero si yo galopo más de prisa?
De pie o sentado, corro más que tú.
Versión de León Felipe.
viernes, 22 de febrero de 2013
Día Internacional de los Gatos. 20 de Febrero.
Edward Gorey and his cats |
Hoy recordamos, también, el 80º aniversario del nacimiento de Edward Gorey
domingo, 17 de febrero de 2013
Fluye; no caigas en la multitarea.
Date tiempo para trabajar:
es el precio del triunfo.
Date tiempo para pensar:
es la fuente del poder.
Date tiempo para jugar:
es el secreto de la eterna juventud.
Date tiempo para leer:
es el fundamento de la sabiduría.
Date tiempo para ser amigo:
es el camino de la felicidad.
Date tiempo para soñar:
es atar tu carreta a una estrella.
Date tiempo para mirar alrededor:
el día es muy corto para ser egoísta.
Date tiempo para reír:
es la música del alma.
Date tiempo para orar:
es la fórmula de encontrar a Dios
(Antigua canción irlandesa, anónima)
miércoles, 2 de enero de 2013
Mundo digital, ¿cultura de la superficialidad?. I
>>> Con este post comienzo a copiar en el blog este pequeño ensayo que ha aparecido en el número 103 de la Revista Cultural Turia, y que considero de lectura aconsejable y muy interesante... Estará dividido en seis posts, las mismas partes en que lo secciona su autor....
Germán Cano.
¿Vivimos a raíz de la implantación universal de Internet un proceso de decadencia cultural?. En un sugerente y sintomático libro de conversaciones entre Peter Sloterdijk y Alain Finkielkraut (Los latidos del mundo, Amorrortu, 2003), ambos ilustran las monstruosas metamorfosis de nuestro tiempo recurriendo a las metáforas de «lo ligero» y «lo pesado». En el pasado, el llamado progresismo, caricaturizando y simplificando mucho el diagnóstico, representaba una tendencia orientada a aligerar la vida y la superación de las cargas indignas sobre el hombre, mientras que los conservadores buscaban reaccionar ante esta levitación general subrayando el peso trágico del mundo. Hoy, en cambio, las tornas parecen haber cambiado. Tras las transformaciones del siglo XX, no sólo los conservadores defienden ya un concepto de realidad duro, correoso, quizá más sombrío y resistente a la voluntad prometeica. Por otro lado, como ponen de manifiesto los «neocons» norteamericanos, no sólo los progresistas esgrimen ya la bandera de la movilización técnica incesante, del aligeramiento propiciado por el progreso incesante y la levedad informativa. No olvidemos tampoco cómo este ideal antigravitatorio descansaba también en la popularización y democratización de la información. Allí donde el viejo mundo se observaba a sí mismo desde la verticalidad, el nuevo se siente comprometido fundamentalmente con la horizontalidad.
En relación con esta utopía de la levedad, podría afirmarse que la figura de Steve Jobs nos ha hecho reflexionar sobre cuánto se ha transformado, por ejemplo cuenta que el co-fundador de Apple odiaba los botones hasta el extremo de suprimirlos de su propia indumentaria. El gran gurú de la digitalización, obsesionado por la sencillez, los consideraba simplemente un obstáculo innecesario en su vida cotidiana. Todos sabemos también en qué medida esta ideología del acceso cómodo e inmediato a la información ha modificado de forma irreversible la tecnología de nuestros ordenadores y nuestra relación con ellos.
Volviendo a las utopías de la levedad, hay que recordar que la marca Apple no puede entenderse sin el modelo utópico contra-cultural de los sesenta. En su juventud Jobs se interesó por la filosofía y llegó a viajar a la India en busca de iluminación espiritual. A su vuelta, introduciendo el discurso new age en la tecnología, terminó eliminando las mediaciones, las etiquetas, las jerarquías y la retórica. Este «capitalismo sin fricciones», antigravitatorio, extremadamente ligero y líquido, del que Jobs fue el gran abanderado, nada tiene que ver con la pesada maquinaria del antiguo capitalismo y sus viejos valores ascéticos y disciplinarios. En realidad, nada más opuesto al elegante y aséptico minimalismo del mundo creado por él que los viejos paisajes industriales, el sudor, la disciplina y el esfuerzo. Un ejemplo elocuente del lema jobsiano del «Hazlo simple»: el ascensor de la Apple Store en Tokio carece de todo tipo de botones. No hay botón de llamada, ni botones para indicar la planta a la que deseas ir. Simplemente subes y bajas parando en cada una de las plantas de la tienda. Una hipótesis: si el capitalismo, digámoslo medio en broma, se ha ido convirtiendo cada vez menos en máquina y más en un espíritu líquido y profundamente inaprehensible, tal vez sea, entre otras razones, por los tecnófilos hippies que odiaban perder el tiempo desabrochando sus botones.
¿Pero somos realmente conscientes de lo que han cambiado nuestras vidas tras la aparición de Internet y las redes sociales? ¿Es legítimo hablar ya de una mutación antropológica, incluso del paso a un nuevo «hombre digital», como nos recuerdan con un no disimulado optimismo los apóstoles de esta nueva fe? ¿Representa la buena nueva de «la red» la apoteosis de una cultura de la superficialidad radicalmente opuesta a toda jerarquía cultural? Que estas herramientas han alterado nuestra existencia parece un hecho incontrovertible; que las nuevas tecnologías de la información supongan un paso adelante en la historia del progreso humano sin costes y peligros, es otro asunto bien distinto, como nos recuerda el ciberactivista y agitador cultural Jaron Lanier en su sugerente Contra el rebaño digital (Debate, 2011), una crónica imprescindible y bien ponderada para todo aquel que quiere sumergirse en el apasionante debate sobre las ventajas e inconvenientes de Internet y las redes sociales sobre nuestras vidas.
Si, como ya advirtiera McLuhan, los medios son capaces de transformar los contenidos y los mensajes, ¿qué tipo de transformaciones estaríamos sufriendo bajo la influencia de estos nuevos medios? Cabría decir, sin ánimo de exageración, que si en el pasado buscábamos adaptar la respectiva innovación tecnológica a nuestra vida, hoy estaríamos en una situación algo diferente, como si nuestra preocupación pasara más bien por el hecho de que nuestra existencia se encuentre a la altura de nuestra herramienta. Es decir, ¿cómo hemos de comportarnos para estar a la altura de nuestro Facebook, nuestro blog o de nuestro Twitter? La ansiedad por filmar, grabar y colgar nuestros momentos de forma inmediata es elocuente a este respecto. Hoy es como si la vida que no se twitteara ya no fuera vida real.
El elemento provocador del libro de Lanier radica en su diagnóstico crítico. Según Lanier, un gurú informático muy reputado en el mundo anglosajón, la concentración de usuarios digitales en redes sociales, blogs o intercambio de archivos no garantiza un desarrollo óptimo de la comunicación; es más, a diferencia de los abanderados de las nuevas tecnologías, no considera que la supuesta eficacia de una «mente enjambre» trabajando en red de forma continúa y común constituya un avance, sino más bien una sumisión de lo humano al poder de la máquina tecnológica. Por otro lado, no deberían omitirse otros peligros, como el aumento de adicciones a las redes sociales. La obsesión por estar «conectado» es fuente de ansiedades y desórdenes emocionales, como están poniendo de manifiesto últimamente los profesionales del ámbito terapéutico.
En cierto modo, este debate sobre las nuevas tecnologías de la información puede en muchos puntos relacionarse con la célebre distinción que Umberto Eco realizara en la década de los sesenta al hilo de la lucha entre los llamados «apocalípticos» e «integrados». En relación con la cultura de masas, sostenía Eco que mientras los apocalípticos valoraban en los nuevos medios, por su horizontalidad, homogeneización y nivelación, la esencia de la «anticultura», los «integrados» daban la bienvenida a estas nuevas tecnologías por impulsar el espíritu democratizador y abolir toda distancia cultural. Sin duda, estas categorías sirven todavía para definir nuestro escenario, marcado por la proliferación viral de la información a tiempo récord y por la resistencia de ciertos sectores a perder sus tradicionales marcas de identidad.
A la vista de todos los argumentos que parecen esgrimirse contra la supuesta superficialidad de Internet, no parece erróneo volver a acudir a la perspectiva de Eco. Para ciertos sectores de nuestra «aristocracia» cultural, amenazada por Internet, la idea de compartir la cultura de modo tal que pueda llegar y ser apreciada por todos es un contrasentido. De ahí que esta horizontalidad enemiga de todo vestigio vertical sea para ellos una «cultura de grado cero», por así decirlo. Por el contrario, quienes aceptan con complacencia este fenómeno, consideran que gracias a él es posible por vez primera acercar a las grandes masas manifestaciones culturales que hasta ahora solo estaban reservadas a las élites. Los aristócratas serían, pues, los pesimistas, o los apocalípticos, mientras que los optimistas serían los llamados integrados.
Breve ensayo recortado del número 103 de la Revista Cultural Turia.
Continuará en la segunda parte...
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