La siguiente composición, del escritor y poeta
Amando Carabias María publicado en su magnífico
blog Pavesas y cenizas, me emocionó cuando lo leí y, así, pedí permiso a su autor para poder pegarlo aquí; por lo que le quedo inmensamente agradecido....
Son palabras desgarradas, potentes, resueltas, que nos deben servir para meditar, para recapitular, para decidir, para actuar....
Donde piden los pobres
Y después de Auschwitz
y después de Hiroshima,
cómo no escribir.
(José Ángel Valente. Al dios del lugar)
I. Preguntas
¿Y ahora qué?
¿Ahora nuestra sangre
de esclavos disfrazados como criaturas libres,
se fundirá con el estiércol?
¿Tiene que barbotar en cada grieta,
que torna en adoquines de dolor
los toboganes de miseria,
un río de cadáveres, un surtidor de muertos,
otra lava de vértebras sin tumbas?
¿Y ahora qué?
¿Ahora nos sentamos en la calle,
y pedimos limosna resignados
como si nuestras manos extendidas
tuvieran culpa o fueran criminales
sobre cuyas espaldas dormitan los fantasmas?
¿Y ahora qué?
¿Ahora nos sentamos en la calle
con los dedos cerrados
empuñando pistola y rabia,
apuntando a demonios invisibles?
¿Y ahora qué?
¿Ahora nos sentamos en la calle,
inermes, despojados y desnudos
y en mitad de las plazas,
a vosotros, cobardes poderosos,
os miramos de frente, cara a cara,
fijamente, sin pestañeos,
para que comprendáis por qué morimos?
¿Y ahora qué…?
A vosotros, cobardes poderosos
os estoy preguntando:
no volváis la cabeza, no miréis a otro lado.
Ahora que nos habéis matado
sonrisas y futuro,
ahora que rebosan vuestras cuentas
como una inundación de asesinatos,
decid, ¿qué más os hace falta?
Acercaos aquí
si aún os quedan agallas, y contadlo,
si es que aún vuestras gónadas
son de criatura humana.
II. Alegato
Pero antes escuchadme:
subido al mismo púlpito donde piden los pobres,
en esta misma esquina de la calle,
ofrezco mi palabra, la desnudo y la extiendo,
como una mano
sin joyas o perfumes que la adornen,
la yergo como un cuerpo enhiesto y decidido.
Hoy no engalanaré los versos,
ni me engañarán lenguas de serpientes,
las que usáis cual corbatas en vuestros ademanes.
Yo sé que os gustaría,
regresar a otros tiempos,
a tantos dormitorios de la historia
en que algunos humanos
no eran tratados como humanos.
Sé que os arrepentís todos los días
de habernos permitido excesos.
Sé que os arrepentís todos los días,
de habernos tolerado
degustar el aroma de la libertad,
aunque fuera infinita
tanta sangre inocente derramada.
Sé que os arrepentís todos los días
de habernos tolerado
que nuestras huellas toquen vuestras sombras,
que nuestros ojos miren a los vuestros,
como cualquier igual mira a su igual.
Sé que os arrepentís todos los días
de habernos permitido
soñar que nuestro mundo
no es otro diferente al vuestro.
Y sé que vuestras manos
y vuestras billeteras homicidas
huelen a sangre y cementerio.
Y sé que sois hipócritas,
pues hiede vuestro aliento a pudridero.
III. Seis Maldiciones
Ay de vosotros,
matones planetarios,
que gritáis la defensa de nuestra libertad,
precedidos de horrísonas trompetas,
mas os enriquecéis
lamiendo vergas de tiranos,
que matan a sus pueblos, con vuestras viejas armas,
para que nunca olviden
el antiguo y noble arte de la guerra,
aunque los proxenetas del idioma
propongan que es correcto decir conflicto bélico;
ay de vosotros,
seréis malditos,
porque vuestra bandera es muerte,
y la muerte os será propicia,
y os tornará manjar apetitoso
para buitres hambrientos y huérfanos famélicos.
Seréis malditos.
Ay de vosotros,
traficantes de sexo y de mujeres
vosotros, homicidas de futuro,
vosotros, sanguijuelas de almas,
que usáis de la pasión y del deseo,
que usáis de nuestro fuego,
y con su dignidad y con su hambre
levantáis torres de euros,
y con su miedo hacéis imperios
para que vuestras hijas y mujeres,
vuestras amantes, vuestras concubinas
presuman de virtud y de riqueza,
seréis malditos,
seréis como heces,
seréis vulvas violadas sin descanso.
Seréis malditos.
Ay de vosotros,
sádicos presidentes de multinacionales
que compráis democráticas campañas
y obtenéis beneficio de gobiernos
donde no hay diferencia
entre un trabajador, un buey o un perro.
A cambio de su vida y de migajas,
os regalan el barro los hambrientos
y les vendéis vasijas.
Seréis malditos,
por haceros verdugos de los hombres,
crueles infanticidas, atroces homicidas.
Seréis malditos,
seréis el pavimento donde pisen
los perros y los bueyes y los hombres.
Seréis malditos.
Ay de vosotros, sabios ignorantes,
inútiles expertos en finanzas
que rezáis cada instante una blasfemia atroz,
la que torna al dinero en dios,
dios que empuña un alfanje siniestro
que cercena gargantas
de hombres desocupados, enfermos, ancianos,
el dios imperdonable
que proclama que somos un motor,
un martillo, una cinta de montaje,
puro ser productivo, puro consumidor:
seréis malditos
ministros de exterminio,
como una vieja máquina llegaréis al desguace
y seréis desbrozados miembro a miembro.
Seréis malditos.
Ay de vosotros, clérigos indignos,
que usáis a dios a vuestro antojo,
y lo vendéis
a quien mejor proteja vuestro templo;
y sembráis miedo
como balas disparan los fusiles;
y pensáis que la brisa
puede atraparse en jaulas,
y que el Amor actúa bajo normas,
y la paloma sabe fronteras y liturgias,
y el culto no es misericordia.
Seréis malditos,
porque no se perdona a quien atenta
contra el soplo invisible del espíritu,
porque quien no sitúa el corazón
en el dolor y en la miseria,
detiene los latidos del Amor,
porque ocultar la luz bajo las mitras,
es cegar las pupilas del amor.
Seréis malditos.
Ay de vosotros, títeres estúpidos,
de sonrisa vacía, de palabra engañosa,
ay de vosotros,
políticos abyectos
que tan sólo servís
para masturbar a los amos
y ofrecer vuestras nalgas
a quienes os financian las mentiras.
Seréis malditos
por vulgares rateros,
por vendernos en pública subasta,
y esquilmar nuestra tierra y nuestros hijos.
Seréis malditos,
serán vuestras palabras un graznido
que el huracán engulle,
y serán vuestras manos de ladrones
el plato donde coman vuestros pobres.
Seréis malditos.
Amando Carabias María
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